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Francesc Rifé, arquitecto de interiores y diseñador industrial

Interiorista y diseñador industrial, Francesc Rifé (Sant Sadurní d’Anoia, 1969) puso en marcha su estudio en 1994, resultado en buena parte de unos antecedentes familiares muy ligados al mundo del mueble y la artesanía. Orden, nitidez, proporciones, geometría y el valor de dar espacio a los espacios son algunos de los principios que han crecido con sus obras, cada vez más reconocidas dentro y fuera de nuestras fronteras.

Hoteles (como el Caro de Valencia), restaurantes (en una trayectoria que comenzó con Can Fabes), equipamientos de todo tipo (como la ciudad deportiva del Real Madrid en Valdebebas), hogares; decenas de piezas de diseño industrial, grafismo y proyectos de dirección artística dibujan un recorrido profesional distinguido con premios como los Contract World Awards, el Red Dot, el Premio Nacional de Arquitectura Efímera Emporia, ICFF Editors Awards, los Premios FAD o varios galardones ASCER.

Su trabajo ha sido recogido además en múltiples publicaciones y libros especializados, entre ellos algunos que recopilan sus proyectos más destacados.

¿Bajo qué definición conceptual se encuentra más cómodo: diseño de interiores, interiorismo, arquitectura de interiores?

Francesc Rifé: Estudié el Grado de decoración en su momento y lo cierto es que desde entonces esta profesión ha ido cambiando de nombre, tal vez por el intrusismo. De cualquier forma, como me siento más cómodo es hablando de arquitectura de interiores. De hecho, a nivel internacional, el título se denomina así. Considero que más que decorar, lo que hacemos es modelar el espacio y por eso me siento más cercano a la arquitectura.

¿Y cómo es la relación con la arquitectura como tal?

F.R.: No encuentro los límites que separen una de la otra. Siempre pongo el ejemplo del Pabellón Mies van der Rohe en Barcelona, que está pensado a partir de la relación dentro-fuera fuera-dentro, y no necesita de ninguna implantación superflua para poder hablar de interiorismo; la relación la establece la misma arquitectura. Con nuestro trabajo intentamos crear esta relación, este vínculo entre el exterior y el interior. Hay proyectos que estamos haciendo con estudios grandes de arquitectura que antes no nos tenían en cuenta hasta la fase final y hoy lo hacen desde el primer momento. Antes de la cimentación ya estamos participando, porque tiene que haber una conexión total entre los dos campos.

Parece que ha cambiado mucho esta relación…

F.R.: Muchísimo. Las tiendas de decoración hacen interiorismo y los interioristas amueblan. Nos encontramos ante una dinámica muy amplia de trabajos que podemos llegar a hacer. Nosotros no sólo decoramos una casa ya hecha, sino que en muchas ocasiones diseñamos ampliaciones de la casa, o de hoteles. Y en ocasiones, estamos haciendo proyectos en que incluso trabajamos el exteriorismo como marca. Todo se ha especializado mucho en nuestro ámbito y esto nos permite llegar a veces a conceptos más amplios.

Orden, pulcritud, simplicidad, nitidez y el espacio como valor esencial. ¿Son los principios básicos de sus proyectos?

F.R.: Todos venimos de alguna parte. En tu periodo de formación tomas referencias de lo que más te gusta, que entiendes y que comprendes. A partir de la gente que me he encontrado por el camino, de la influencia de países como Japón, donde he estado muchos años trabajando de forma regular, y los referentes que he tenido a nivel mundial, he acabado siguiendo una línea que algunos llaman minimalismo, aunque yo no uso nunca esta palabra, porque el minimalismo incluye muchas más cosas: es un estado de ánimo, social, político, cultural… y no se puede reducir el minimalismo a hablar de espacios vacíos y blancos. Pero sí que nos gusta hablar de sobriedad y de orden. Quizás se trata de hacer la antidecoración. Si un espacio necesita ser decorado es que porque está mal diseñado y partimos de la premisa de que todo lo superfluo no es necesario. Esto no quiere decir vivir con la austeridad espacial de un convento, pero al fin y al cabo nos piden diseñar un espacio donde después una persona irá a vivir o trabajar y entonces ese espacio tomará la personalidad de su usuario. Cuando hablamos de un hogar, el proyecto debe dejar un margen de decisión al cliente. En el caso de un equipamiento, un hotel por ejemplo, intervienen muchos otros factores que acabas analizando, como los flujos o los tipos de clientes.

¿Estos principios conviven de forma fácil con la individualidad o la diferencia que deben requerir muchos de los encargos que recibe?

F.R.: Al principio sí que nos encontrábamos en situaciones en las que nos pedían cosas que no podíamos hacer, o bien el cliente y nosotros hablábamos lenguajes diferentes. Afortunadamente, ahora, muchos de los clientes que tenemos son fieles, llevamos ya años trabajando juntos y entienden perfectamente esta filosofía. Quien quiera un espacio mucho más barroco, difícilmente llamará al despacho.

Se refiere en muchas ocasiones al lujo del espacio. ¿Se trata de un concepto antagónico al de un espacio de lujo?

F.R.: Totalmente. Lo que intentamos conseguir a partir de nuestro concepto de trabajo con la sobriedad y la nitidez y a partir de la integración de diferentes elementos es que el espacio sea lujoso desde el punto de vista de la simplicidad. Quizás ahora, sentado en este despacho, estás pensando que es como una caja, pero puedo asegurarte que no es una caja tan sencilla como parece. Hay una puerta que es un archivo, hay un aseo, un dispositivo de aire acondicionado escondido para que se pueda acceder desde la calle sin molestar al interior… Existen toda una serie de piezas que hacemos para que no se vean, pero que acaban dando sentido a lo que hacemos. A partir de esta simplicidad conseguimos un espacio amplio, lujoso. Los metros cuadrados son lujo. La proporción de las cosas, este concepto de espacioso, es lo que tratamos de alcanzar siempre.

Al referirnos a las ciudades, hablamos a menudo de algo en continua construcción, una evolución sin fin. ¿Con el diseño pasa algo parecido? Lo digo porque le hemos leído alguna vez referirse a las dificultades que en ocasiones supone dar por terminado un proyecto…

F.R.: Un proyecto bien encaminado nunca la acabarías. Afortunadamente, en proyectos de locales comerciales o establecimientos públicos hay un timing que es determinante. Cuando te encuentras en el escenario perfecto, con un buen proyecto, un buen cliente, un presupuesto adecuado y una empresa constructora también óptima, estarías haciendo mejoras de forma continua, pero tienes que acabar. Por otra parte, es difícil escapar de la sombra de las modas. Cuando empecé a trabajar, nos pedían proyectos con una durabilidad de unos 10 años, hablo sobre todo del mundo comercial. Con el paso del tiempo este periodo se ha ido recortando: cinco años, tres años y ahora te diría que hay empresas que incluso nos piden que cada año se pueda modificar algo, porque están de cara al público y no pueden permanecer estáticas frente a la competencia. Muchas veces, el mundo audiovisual nos permite hacer estos cambios. Barcelona es un ejemplo de cambio diario, desgraciadamente, porque hay partes de la ciudad que son casi un parque temático. En muchos casos te encuentras con hoteles o establecimientos comerciales que intentan imitar modelos ya existentes, pienso que esto no es necesario. Tenemos una cultura maravillosa y no hay ninguna necesidad de hacer ver que estás en Nueva York o cualquier otro ambiente. Nosotros intentamos mantenernos en nuestra línea y cuando vemos estas modas desde fuera podemos ver cómo se suceden. Desafortunadamente o afortunadamente para aquellos que pensamos que se pueden hacer las cosas de otra manera, ahora estamos en una fase en la que todo lo que se hace debe recordar a algo, debe referirse a un modelo. Frente esta tendencia, nosotros tratamos de lograr proyectos más atemporales, lo que no es fácil. En este despacho en el que estamos ahora, en 18 años sólo hemos cambiado el sobre de esta mesa. En cuanto al resto, no hemos ni cambiado ni el sofá. ¡Y yo todavía no me canso del espacio! Eso es lo que tratamos de transmitir en nuestros proyectos.

¿Y estos conceptos pueden llegar a chocar con la arquitectura exterior?

F.R.: Es que no entiendo que haya una separación como tal entre ambas. Entiendo que un arquitecto pueda prescindir del interiorismo porque que tenga la capacidad de hacerlo él mismo. Desde un punto de vista legal, un interiorista no puede hacer arquitectura. Sin embargo, cuando trabajamos en el extranjero, en América Latina o en lugares como Dubai o los Emiratos Árabes percibes un gran respeto por el diseño europeo. Esto hace que aún se diferencien menos los dos ámbitos. Por el contrario, en Europa todavía se mantienen muy diferenciados, aunque en países como España o Italia la capacidad de la arquitectura de interior se reconoce mucho más que en otros. En Irlanda, por ejemplo, no existe el interiorismo, es el arquitecto quien se encarga. En Barcelona hemos sido pioneros, pero si esto no se reconoce intelectualmente es muy difícil trasladarlo a la sociedad. Poder contar con un espacio diferenciado va acompañado de un profesional que te ayude a hacer este camino. Nosotros tenemos que saber leer la arquitectura y los arquitectos con los que colaboramos deben saber entender la propuesta que nosotros hacemos, que siempre irá ligada a los gustos y necesidades del cliente. Esto es muy fácil ya la vez muy complicado.

¿Por qué son tan importantes los materiales que se elijan para un proyecto?

F.R.: Lo son todo. Son la base de la materialización plástica de nuestros proyectos. Tú puedes dibujar con un lápiz o diseñar en 3D en un ordenador, pero el resultado de los proyectos se transmite a través de los materiales. La buena decisión de los materiales, tanto estéticamente como funcionalmente, como a nivel de temporalidad, es lo que marca el aspecto de una obra. Yo no puedo diseñar sin ponerle materia a la línea; cuando hago la distribución de una planta, indirectamente estoy pensando en 3D. La volumetría, los materiales… todo va muy ligado. Al final, los materiales son tan importantes como la distribución o las funciones. Todo es necesario para alcanzar un equilibrio.

¿Llega al mundo del diseño industrial desde el interiorismo?

F.R.: Al hacer interiorismo me doy cuenta que necesito del conocimiento del detalle para poder hacer estos proyectos. Mi interiorismo está lleno de diseño industrial: bisagras, tiradores, una pieza que permite abrir un ventanal de cinco metros… A partir de ahí, fuimos desarrollando una trayectoria complementaria de diseño industrial, pero siempre desde el punto de vista de apoyo a los proyectos de interiorismo, hasta que llegó un momento en el que muchas de las piezas que diseñábamos por obras la gente las veía, se interesaba por ellas y por la posibilidad de hacerlas pasar por un proceso industrial. Así, el diseño industrial ha ido ganando protagonismo en el despacho y no te diré que hacemos 50-50, porque los proyectos de interiorismo siempre necesitan de más recursos, son más densos. De cualquier forma, pienso que es tan difícil diseñar un hotel como aquella lámpara que está allí. A la hora de diseñar una lámpara o una silla, ¿qué debo hacer para que sea diferente si hay millones en el mundo? En el mundo de la iluminación, la tecnología led ha supuesto una revolución, pero en el mundo del espacio la gente sigue durmiendo en una cama, guardando la ropa en un armario… Los usos del espacio han evolucionado mucho, pero no han evolucionado tanto. En el campo del diseño industrial hemos acabado haciendo piezas con nuestro sello: atemporalidad, perdurabilidad y polivalencia, pero siempre con criterios de coherencia y no de frivolidad.

Sosteniblidad, eficiencia energética, ¿cómo llegan estos planteamientos al mundo del diseño de interiores?

F.R.: Hoy en día lo más importante es que lo que haces sea perdurable y en la sociedad y la cultura en la que vivimos todo se ha convertido en muy reciclable. Todos nosotros pensamos y trabajamos ya en estos términos. Por ejemplo, en el caso de la madera, trabajamos con elementos prefabricados, precompuestos hechos con madera reciclada. Todo esto lo tenemos al alcance y no altera la forma de trabajar. La madera del suelo de este despacho tiene 18 años. Creo que esta es una acción sostenible e inteligente: utilizar un material que quizás vale un poco más, pero que después de 18 años ha envejecido bien. Pienso más en la atemporalidad de las cosas como elemento de eficiencia y ahorro de recursos. Los problemas vienen de las planificaciones deficientes, de estrategias mal coordinadas. Podemos reciclar la basura y los residuos domésticos, pero cada día pasan por encima de Barcelona cientos de aviones quemando miles de litros de combustible.

¿La tecnología y la innovación están muy presentes en su trabajo?

F.R.: La tecnología nos ha aportado, sin duda, una mejora brutal en muchos aspectos. Las posibilidades de la domótica en el hogar incluso asustan un poco, por ejemplo. La impresión 3D nos da posibilidades inmensas a la hora de hacer prototipos. La tecnología ha sido fundamental para avanzar y hay proyectos en los que se convierte en la base. En la rehabilitación de un centro comercial de Barcelona con 25 años de antigüedad, la colocación de tres o cuatro grandes pantallas lo cambia todo. El audiovisual, la imagen, lo es todo hoy en día y, en algunas ocasiones, la tecnología incluso puede tomar el lugar de la arquitectura, ya sea interior o exterior. Afortunadamente, sin embargo, después de esta “contaminación” tan omnipresente, apetece una cierta tranquilidad Es entonces cuando podemos entrar con nuestros proyectos de orden, espacios y silencio.

En todo caso, ¿estos elementos tecnológicos son relevantes en sus proyectos?

F.R.: En algunos casos sí. Tenemos proyectos en Shangai en que las paredes se convierten de repente pantallas de leds gigantes, pero no ocupan todo el espacio. Y al final, cuando ya se ha visto mucha tecnología, deja de parecerte espectacular y la imagen además, satura mucho. La tecnología te ofrece unas posibilidades enormes de hacer cosas, pero tienes que hacerlo de manera controlada.

¿Cómo ha influenciado su trabajo la cultura japonesa?

F.R.: He estado 12 años yendo y viniendo de Japón y eso me ha ayudado a reafirmar muchas cosas, aunque lo que hacía allí fue posible en buena parte porque era europeo. Es una civilización extraordinaria. Es una cultura habituada a vivir con muy poco espacio, hacerlo flexible y con diferentes usos, donde pueden comer y dormir en una misma cámara, y la separación de las habitaciones se puede hacer con un biombo de papel. Incluso hoy podemos encontrarnos un edificio hightech pero que en su interior mantiene elementos muy tradicionales. Estos viajes me han ayudado mucho a entender la simplicidad de las cosas.

En su web, además de proyectos y noticias hay un apartado llamado Inspiraciones, con una serie de propuestas tan sugerentes como alejadas entre sí: la Ricarda; el restaurante Canalla de México DF, la naturaleza de la luz, Polvo cerámico e Islandia. ¿Quieren decir algo?

F.R.: Son propuestas que vienen a sustituir a un blog que teníamos. Hemos concentrado los esfuerzos en el web, que mantenemos actualizado al día y que nos permite conectarnos desde cualquier punto del planeta y tener la información de todos nuestros proyectos. Inspiraciones supone una continuidad de aquel blog y recoge cosas que nos han emocionado. En el caso del restaurante en México, lo más inolvidable fue la reacción de la gente. Otro de los ejemplos, Polvo Cerámico, es un espacio artesanal en Barcelona con tirajes muy cortos de piezas, una muestra de artesanía de la que te enamoras.

¿Sería muy difícil destacar los proyectos de los que se siente más satisfecho?

F.R.: Afortunadamente hemos hecho muchos proyectos y los que acabas recordando más son aquellos que después han derivado en una relación más personal con el cliente. Un proyecto que siempre he querido mucho es el de Can Fabes, de Santi Santamaría, que desapareció hace unos años. Tuvimos una gran relación a nivel profesional y personal. También llevamos años trabajando con el Real Madrid, para quien hemos hecho el interiorismo de la residencia del primer equipo y de las categorías inferiores en Valdebebas, así como palcos y otros espacios del estadio Santiago Bernabeu. Ha sido un proyecto muy interesante, divertido y curioso porque nos buscaron para ir hacia ese mundo más pausado y tranquilo que proponemos desde un punto de partida que parece todo lo contrario.

Entre los proyectos actuales, destaco lo que estamos haciendo con el chef valenciano Ricard Camarena, que ha encontrado un espacio en una antigua fábrica que se convertirá en una fundación de arte privada. También hemos ganado en Colombia un concurso para hacer todas las salas VIP de Avianca, compitiendo con estudios de todo el mundo más grandes. Por suerte, sin embargo, no siempre gana el más grande.